18.3.20

Algunos pensamientos sobre el coronavirus 2

Hoy es mi cumpleaños número 32. Hace tan solo 10 días atrás tenía muchos planes para este día. No suelo festejar a lo grande mi cumpleaños, ni lo iba a hacer así este año tampoco. Pero los planes que tenía eran perfectos para mí: mi hermana, que vive en Río Gallegos, iba a venir por mi cumple (en principios de sorpresa, aunque me lo terminó contando unos días antes) junto con mi sobrinito, que nació el pasado 23 de noviembre y todavía no tuve ocasión de conocerlo, aunque lo deseo con todo mi corazón. Contaba los días y las horas para verlos. Explotaba de alegría. Hasta que, de un día para el otro (aunque ya se veía venir), simplemente hubo que cancelar. Y los planes cambiaron totalmente. Pensaba pasarlo con ellos y con mi familia más cercana, pero ahora ellos no vinieron, y no puedo ver a mi familia: mi papá está en cuarentena porque es más vulnerable al tener 70 años, mi hermano y la novia están en cuarentena, porque ella volvió de EEUU hace un poco más de una semana, mis suegros en cuarentena, porque mi suegra volvió hoy de España. Es un cumpleaños raro: solitos los cuatro en casa.

En estos días digo, en broma, que este año mi cumpleaños será el 18 de abril, y que de acá a un mes lo festejo. Pero la realidad es que... no lo sé. Espero que esto dure poco, pero no lo sé. Los chinos empezaron con esto en... ¿noviembre? Y todavía no terminaron, aunque gracias a Dios ya pasaron lo peor. Puede que esta situación dure meses. No sé si así, tal cual está hoy. O mejor, o peor... Pero puede, o es probable, que no sea tan "express" como todo a lo que nos (mal)acostumbramos en esta era.

No sé si voy a poder "festejar" mi cumpleaños este año (y la verdad, no me importa). Lo que es más: no sé si voy a poder conocer a mi sobrino este año (eso sí me importa...). No sé cómo será la vida de acá a un par de meses. Si todo cambió TANTO en tan solo 10 días, ¡qué podrá ser en unos meses! No sé cómo terminará todo; cuáles serán los números de los afectados, a quién le tocará y a quién no. No sé cómo vamos a hacer para reactivar la economía después de este gran freno (la personal y la nacional). Siento el peso enorme de esa sensación continua que te hace pensar "estamos escribiendo historia". Y no es la clase de historia que me gustaría escribir: Los que sobrevivieron al virus, estando encerrados en sus casas. No es por lo que me gustaría que nos recuerden. Y todo suena tan "de película", y a su vez tan "normal": quedarnos en casa. ¿Eso nada más? ¿No vamos a ir a la guerra, o pelear con zombies, o cruzar el espacio de planeta en planeta, sobreviviendo al ataque de robots alienígenas, para llegar a Alfa Centauri? No... Nos vamos a quedar en casa. Y nos vamos a quedar sin saber... sin las respuestas a estas preguntas. Yo no las sé, y no creo que las vaya a saber. Lo que sí sé es que Dios sigue al control. A Él no le toma por sorpresa todo esto (como ya dije), aunque a nosotros seguramente que sí. Tal como cuando Isaías tuvo la visión del capítulo 6, Dios sigue sentado en el trono del universo, aunque la situación política sea un caos (en ese caso, la muerte del rey Uzías; en este caso, un diminuto virus).

¡Qué bueno que las mujeres cristianas tenemos el mandato de aprender a amar a nuestros maridos y a nuestros hijos, y a cuidar nuestras casas (Tito 2:3-5)! Si estuvimos aprendiéndolo hasta acá, nos va a ser mucho más llevadero este tiempo de estar en lo que podemos llamar verdaderamente y con todo el corazón: nuestro hogar. ¡Y qué oportunidad para poner en práctica lo que aprendimos! Y si no lo hemos aprendido... se verán las falencias, tendremos un tiempo bastante más difícil... pero también es la gracia del Señor, dándonos otra oportunidad de aprender y conocerlo más. ¡Qué oportunidad para servir! ¡Qué oportunidad para amar y cuidar! También a mis vecinos, ¿por qué no? Es un tiempo donde el contacto tiene que ser muy limitado, pero... a lo mejor hay alguna ancianita que necesita algún mandado. Podemos pensar en quiénes son los más vulnerables y estar atentos a sus necesidades. Demostrar amor, aunque sea por WhatsApp.

Yo trabajo desde casa y hago Homeschool con los chicos, así que digamos que... estar todo el día en casa no está muy por fuera de lo "normal" para mí. Digamos que el cambio no es tan drástico. Pero es cierto que, aun estando acostumbrados al encierro diario, tratamos de, al menos una vez por semana, salir a un parque o hacer algo al aire libre, para que los muchachos descarguen un poco su energía. Nuestro patio es chiquito y de cemento. Nuestra casa es chiquita también. Tenemos que ser muy sabios para administrar este tiempo de encierro.

Debemos hacernos a la idea de que no sabemos cuánto va a durar esto. En primer lugar, ¡porque en verdad no lo sabemos! Pero también porque, en el "peor de los casos" (que en realidad sería el mejor), si esto dura menos de lo que prevemos, nos sorprendemos para bien y podemos volver pronto a nuestra vida normal (yo a la misma vida, ¡pero con parque! jaja). Pero si esto dura más, y no lo prevemos, podemos caer en una mentalidad de depresión, despropósito y en generar un mal humor en la casa que sea fácilmente contagioso por el encierro. Tampoco vamos a romantizar la cuarentena... No lo hacemos por gusto, y nadie está diciendo que vaya a ser fácil. Pero si no somos "intencionales" en cultivar una mentalidad equilibrada de nuestra responsabilidad, vamos a hacerlo mucho más difícil de lo que es.

Aprovechemos bien el tiempo. Nadie quiere tener tiempo "libre" por este motivo, pero tenemos más tiempo libre, ¿qué vamos a hacer con él? ¿Vamos a salir de esta cuarentena más sabios, con una relación familiar más profunda y estable, habiendo amado más y mejor? ¿Conociendo más de cerca al Señor? ¿O vamos a pasar el tiempo paranoicos viendo el noticiero 24/7 para saber absolutamente todo (y más) acerca del coronavirus, o perdiendo todo el tiempo en las redes, o en Netflix? ¿Vamos a tener una actitud frustrada de tener que cuidar a nuestros hijos todo el día, o vamos a aprovechar para amarlos? La verdad es que yo no tengo mucho tiempo más ahora; como dije, trabajo desde casa y hago Homeschool, así que mis responsabilidades siguen siendo las mismas... Pero también quiero saber qué puedo aprender de esta situación. Espero que podamos ser fieles a Dios en este tiempo, y no bajemos la guardia, principalmente de nuestros corazones.

Estoy convencida de que los tiempos de estrés o incertidumbre prueban nuestro corazón (¡y creo que este es un tiempo de ambas cosas!). Y, como dije en la entrada anterior, veo varias reacciones desequilibradas, y aun tengo que examinar constantemente mi propio corazón. 

Creo que la reacción que más abunda es la del pánico y el temor. Muchos de los que tienen esta reacción la tienen porque es algo muy personal para ellos: porque es probable que se encuentren entre los que tienen mayores factores de riesgo, o porque algún ser amado se encuentra en ese grupo. Y no los culpo; todos tenemos un ser amado en ese grupo. Yo misma estoy ahí por ser asmática. Pero veo en sus reacciones falta de esperanza; no hay nada estable debajo de sus pies en qué pararse. No hay salida para ellos, solo angustia. Y también he visto que muchas veces se trata de personas que no están en paz con Dios, que le temen a la muerte de manera desmedida porque saben, en el fondo de sus consciencias, que un Dios santo y justo no podría "dejarlos pasar". Estas personas le tienen miedo a lo urgente; pero es probable que apenas pase esta locura, si Dios quiere que pase, bien se olviden del peso de la espada que ahora sienten apretando sus pechos. Una vez que el sudor frío de la muerte pase, es probable que vuelvan a archivar sus Biblias en los estantes en los que por tantos años juntaron polvo y telas de araña, pero que ahora tienen cerca suyo, a modo de amuleto. Es probable que se olviden de las cosas profundas que hoy vienen a sus mentes. Y no pueden ver que solo es gracia: el trueno de Dios en medio del silencio que busca despertarnos de nuestro letargo, debería hacernos saltar de nuestras camas y nunca más volver a dar por sentado aquello que tenemos solo por préstamo: la vida, el tiempo, la familia, la compañía, la salud... Dios no es un genio de la lámpara ni un talismán a nuestro favor, para usarlo y desecharlo según nuestros deseos egoístas. Él es el dueño de todo. Él es el dueño de nuestro país, de nuestros recursos, de nuestra salud y también de este virus. "No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará" (Gálatas 6:7). ¡No se burlen de Dios! Si en verdad le temen a la muerte, témanle más al que venció a la muerte. Si en verdad les preocupan sus almas, ¡pongansé a cuentas con Dios! Si se arrepienten, Él, que es rico en misericordia, los va a recibir. Él es la roca en la que pueden parar sus resbaladizos pies, y si están en Él ni aún la tormenta más fuerte los podrá derrumbar. ¡Arrepiéntanse y crean!

Otra reacción que he visto, menos común, pero igual de inoportuna, es la de los que piensan que "no es para tanto". Hay algunas personas que piensan que no hay que cuidarse tanto, que el gobierno está exagerando, o que preocuparse demasiado es no confiar debidamente en Dios. En los diferentes casos que he visto de este pensamiento, la sensación que me dieron es que algunos lo piensan por falta de información (o cansados de recibir demasiada información "de pánico", por lo que no los culpo), por falta de un desarrollo más profundo de la lógica de la información que reciben, o bien por una mala teología, en el caso de algunos creyentes. Supongo que cada uno tendrá diferentes motivos para pensar así, pero la línea de pensamiento más frecuente que yo he visto es: "Este virus es como cualquier otro, el nivel de mortalidad no es mayor a cualquier otro virus que nos enfrentamos todos los años, afecta mayormente a los ancianos, así que es poco probable que yo me enferme y mucho menos que me muera". Hay bastante verdad en eso, pero hay algunas cosas que se pasan por alto: En primer lugar, podrá ser menos o igual de mortal que un virus común, lo cual no es una tasa de mortalidad muy alta, pero aún así mata. Y es un virus nuevo, por lo cual no tenemos anticuerpos para reaccionar ante él. Y si lo llevamos aún más allá, tampoco tenemos estudios previos al respecto, como para saber cómo se va a comportar y si no va a mutar. En segundo lugar, es cierto que sólo afecta mayormente a una parte de la población menor en cantidad, pero... ¿es por eso menor en su valor humano ante Dios? Si son los más débiles, deberíamos cuidarlos, en lugar de entregarlos. Si fuera el caso de que el gobierno está exagerando o la información está siendo inflada, no perdemos nada. Prefiero para fin de año tener a mi papá y reirme de cómo exageré cuidándonos. 

No es necesario cuidarse y aislarse precisamente porque uno vaya a tener miedo. Yo no tengo miedo, pero tengo una fuerte impresión de mi llamado en Jesús a cuidar a los más indefensos, y en este caso eso implica quedarme en casa. Como dije, yo misma estoy en el grupo vulnerable; no siento miedo por mí, pero yo sé en carne propia lo que es no poder respirar, y no se lo deseo a nadie. Espero que todos juntos refrenemos esto todo lo que podamos, para que nadie tenga que pasarlo. Veo acá la oportunidad de poner en marcha "la regla de oro": amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, y hacer con los demás como quisiéramos que hicieran con nosotros. Supongo que no está mal querer respirar con claridad. Como dije, deseo que otros puedan respirar con claridad también. 

Pero veo también en ese pensamiento que niega o disminuye la situación, o sobre todo en aquellos que apelan a Dios de manera errónea diciendo que es "falta de fe" tomar precauciones, una teología desvirtuada que "tienta" a Dios. Cuando Satanás tentó a Jesús en el desierto, su tercer intento de hacerlo pecar consistió en decirle que "si verdaderamente era el Hijo de Dios" se tirara de la parte más alta del templo, porque Dios lo iba a rescatar (y esto, citando las escrituras de manera torcida), a lo que Jesús le contestó: "no tentarás al Señor tu Dios" (Lucas 4:9-12). Jesús sí era el Hijo de Dios, y Dios sí tenía el poder para salvarlo de caer (tal como tiene el poder hoy de frenar esta pandemia en tan solo un minuto, si Él así lo quisiera), pero no podemos tentar a Dios. No somos nosotros los que le decimos a Dios lo que tiene que hacer. No podemos disfrazar nuestra irresponsabilidad con teología, que ni siquiera encuentra respaldo en las escrituras. Dios nos llama a confiar y a actuar. Dios nos llama a amar. Dios nos llama a cuidar. Dios nos llama a traer paz en medio de la tormenta, y a ser luz a los que no lo conocen.

Estos fueron los dos grandes desequilibrios que he visto. Pero, gracias a Dios, no fueron las únicas reacciones. He visto muchas más, y entre todas ellas he visto la reacción de aquellos pocos cuya esperanza está en Dios, que saben que "si viven, para Él viven, y si mueren, para Él mueren", y para quienes "vivir es Cristo, y morir es ganancia". Ellos ven esto como una oportunidad para amar, y se refugian en Aquel a quien obedecen los montes y los vientos, los truenos y todo lo creado. No hay temor en sus ojos, pero sí responsabilidad y servicio. ¡Que el Señor nos haga ver más claramente sus bendiciones! ¡Y que todos los pueblos le conozcan!



Te amo, oh Jehová, fortaleza mía. 
Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; 
Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; 
Mi escudo, y la fuerza de mi salvación, 
mi alto refugio. 
(Salmos 18:1-2)

1 comentario:

  1. Gracias Maca por este artículo. Me emocioné y también reí mucho. También reflexionaba que cuántas cosas vivimos desde ese día tan especial para mi también que regresaba al país hasta hoy. Nuestro Dios no cambia y sigue sentado en el trono y reina! Gracias por este bello artículo!!

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