3.6.20

Oración

Señor, quiero conocerte más, con la efervescencia del primer tiempo y con la profundidad de los años compartidos.
Con el sabor de tu presencia en la mañana, y la visión de tu firmeza aún en la noche.
Con la quietud como mar en calma de saber que todavía estás conmigo. 
Con la certeza de tu mano sosteniéndome, acompañando mis pasos en los lugares resbalosos.
Con la alegría de saber que conocés todas mis heridas, y que algunas de ellas fueron por tu mano, y con tu boca las besaste para sacar el veneno que, aunque yo no sabía, me estaba matando.
Con la dulzura de saber que en cada lágrima derramada, el mismo brazo que me abraza es también el que pelea mi batalla.
Con la sospecha de saber que estabas en cada paso de mi historia, escondido, esperando, dejando pistas, hasta que te revelaste.
Con la esperanza de saber que trazaste el principio con el fin en un hilo rojo, irrompible, y que estoy en tu mano. ¡Nadie puede arrebatarme!
Y con el anhelo... el dulce anhelo... de saber que un día mis pasos, siguiendo tus pisadas, por fin te van a encontrar.
Hasta ese día, mi amado. Y mientras tanto.