Necesitamos tener en mente que esta
mujer casi con seguridad era judía, y que tenía que ser juzgada por la
ley judía. Es muy probable que conociera la ley de Moisés desde niña. Además,
es casi seguro que conocía a Jesús, o al menos había escuchado hablar de Él, ya
que todo el pueblo estaba escandalizado por Él en esos días (cap. 7). Eso
significa que conocía suficiente religión, tenía suficiente luz (no ignoraba
sus pecados), aunque su corazón no había cambiado.
También debemos entender que no se
trata sólo de un caso de adulterio, sino de una vida de pecado. Podría ser que
el adulterio ya estuviera en su corazón desde hacía, al menos, un buen tiempo;
tiempo suficiente como para llegar a acostarse con el hombre (y Jesús había
dicho que ya la codicia previa al acto de adulterio era considerado pecado ante
Dios, ver Mateo 5:27-28). No sabemos si éste era su primer acto de adulterio,
pero lo cierto es que nadie llega a acostarse con alguien de un día para el
otro. Bueno, en la sociedad en la que vivimos hoy en día, lamentablemente, sí,
pero tratemos de centrarnos en esa sociedad, en la que la ley de Moisés todavía
se aplicaba de manera bastante estricta (no tanto como al principio, pero mucho
más que hoy en día), y por lo tanto estaría en juego su propia vida, si la
descubrían. No sabemos si el acto en sí fue resultado de una pasión momentánea
(podría ser, ya que no le importaron demasiado las consecuencias) o no, pero lo
seguro es que el adulterio ya estaba en su corazón esperando desde hacía rato. El problema no era un acto de maldad, sino un corazón malo. Y si es probable que ella ya hubiera escuchado hablar de
Él previamente y que en su corazón ya hubiera estado el adulterio desde hacía
rato, es probable también que ella haya sabido que Jesús no admitía lo que ella
hacía, ya que Él había hablado varias veces de manera pública al respecto.
Dado que conocía la ley de Moisés,
es probable que desde el momento en que la descubrieron hasta que sus
acusadores se fueron de delante de Jesús, soltando las piedras, ella haya
estado aterrada, esperando una muerte segura. Nunca hubiera imaginado que ese
hombre del que todos hablaban tendría misericordia de ella y autoridad para
refutarles a los escribas y fariseos y para perdonar sus pecados.
No nos engañemos: ella era parte de
un pueblo religioso que clamaba tener un Dios, conocer su ley y esperar al
Mesías prometido. No conocemos su corazón, no sabemos si ella también seguía la
religión judía, pero al menos sabemos que vivía en medio de ese pueblo y que
tenía una vida secreta; si la "descubrieron" es porque su adulterio
estaba "oculto". Ella no era una prostituta que se mostraba públicamente,
ella era una adúltera en lo secreto. Era parte del pueblo de Israel, pero no
era "[una verdadera] israelita, en quien no [hubiera]
engaño" (como lo era Natanael, ver Jn. 1:47). Aun entre los judíos había
verdaderos y falsos (Ro. 2:28-29), los que tenían el corazón para seguir los
mandamientos de Dios y los que no (Deut. 5:29).
Hoy en día, en una sociedad (en Argentina) en la que
casi el 90% dice conocer a Dios (al menos, según Wikipedia), pero en la que se
ven GRANDES incoherencias, no es muy diferente. Jesús dijo: "Si me amáis,
guardad mis mandamientos" (Jn. 14:15). Si tu vida no es coherente con
tu profesión de fe, es muy probable que te estés engañando. Y que nunca le
hayas visto, ni conocido (1 Jn. 3:6). Y si el caso es que nunca le viste ni
le conociste (porque para "ver" el reino de Dios es necesario
"nacer de nuevo", ver Jn 3:3), y no son mis palabras, sino las de la
Biblia, las del discípulo amado que habla del amor, y lo dice por amor, para
que no nos engañemos… si ese es el caso, entonces no alcanza con
"rededicar" nuestra vida o hacer una "oración de entrega".
Una oración de por sí no te salva; lo evidencian las obras. Entonces, lo único
que te puede salvar es conocer verdaderamente a Cristo; ver tu pecado expuesto
delante de Él, sin reservas, entender que no tenés nada más que la sentencia de
muerte sobre tu cabeza (como la mujer), ¡y arrepentirte! Entonces, podrás
ver su misericordia a la luz de tan grandes pecados. No una "gracia
barata", sino una "gracia gratuita, pero muy cara"; una gracia
que no quebranta la justicia de Dios, que no pasa por alto el pecado, ni lo
esconde bajo una gran alfombra celestial.
Necesitás saber que la religión no
te salva. Tampoco salvó a esta mujer judía. ¡Sólo Cristo salva!
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