19.11.14

¿De dónde nacen las buenas obras del creyente?

"La gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras... Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra... Palabra fiel es esta, y en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras" (Tito 2:11-14, 3:1 y 8).

En el libro de Tito, Pablo parece querer marcar un fuerte contraste entre cómo tiene que ser no sólo un obispo (1:5-9), sino todo cristiano verdadero (2:1-10, 15; 3:1-2, 8-11) y cómo son los cretenses (cuidadanos de la cuidad en la que estaba Tito, ver 1:12) o los "engañadores" que se habían levantado entre ellos (1:10-11 y 15-16). Por eso, Pablo hace referencia continuamente a las "buenas obras" de los creyentes (2:7, 14; 3:1, 8 y 14) y a que, por supuesto, estos "engañadores" son "reprobados en cuanto a toda buena obra" (es decir, sus obras no son aceptas ante Dios, 1:16).

Otra cosa de la que Pablo hace continua mención en esta carta es que es necesario que la doctrina, las enseñanzas, las palabras, la fe, etc. de estos creyentes sean "sanas" (es decir, correctas o de acuerdo al testimonio apostólico; ver 1:9, 13; 2:1-2, 8). Por eso también, Pablo pone en orden las cosas, incluso al hablar de las obras de los creyentes, cuando dice: "nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador" (3:5-6). Pablo deja en claro que no son las "obras" las que nos salvan, sino la misericordia de Dios por medio de la obra de Jesucristo. Las obras no salvan; de ser así, estos "engañadores" que estaban atacando a la iglesia hubieran podido ser parte del pueblo de Dios, porque ellos tenían obras, sólo que estas eran reprobadas (1:16).

 Por eso, habiendo puesto bien el fundamento y dejado en claro que las obras no salvan, Pablo también demuestra que, contrario a lo que muchos creen, aunque las obras no salvan, la salvación sí produce obras. Y explica el proceso de "gestación", por así decirlo, de estas obras: Primero, nacen en el corazón de Dios, al purificar para sí un pueblo que es (¡ya es!) "celoso de buenas obras" (2:14). Después, en esta purificación que Dios hace en su pueblo (que se ve personalmente en el nuevo nacimiento), Él pone la semilla de estas buenas obras en sus corazones, cambiando sus antiguas motivaciones por otras nuevas. Y entonces, como consecuencia, ¡el creyente abunda en buenas obras!

Es decir, se nos manda a "estar dispuestos a toda buena obra" (Tito 3:1) porque el pueblo que Dios purificó para sí (ya) es "celoso de buenas obras" (2:14). Aquello es consecuencia de esto. No se nos manda a "ser celosos de buenas obras", sino que eso es más bien una marca distintiva para saber si somos parte del pueblo de Dios o no.

Estar "dispuestos" a toda buena obra es una actitud del corazón, mientras que "procurar ocuparnos" en buenas obras (3:8, cf. v.14) es una acción, fruto de esa actitud interna. Estar dispuestos es la motivación, ocuparnos en buenas obras es el resultado del corazón que no puede esperar para volcar ese amor en otros.

Las categorías "toda buena obra" y "buenas obras" son diferentes en un sentido, porque mientras la primera es más particular en término, pero potencial en significado, la segunda tiene una connotación más general en término, pero más real en cercanía a la posición de cada uno. Yo no puedo cumplir "toda" buena obra porque no me alcanzaría la vida, ni las fuerzas, ni la capacidad, pero puedo estar dispuesto/a (potencialmente) a toda buena obra; es decir, "a lo que venga". Significa disposición a servir al Señor en lo que Él me mande. Entonces, lo otro es consecuencia de esto; porque estoy dispuesto a toda buena obra, voy a procurar ocuparme en buenas obras.

Es "buenas obras" (plural); es un fruto que sobreabunda. Sale de un corazón dispuesto a toda buena obra, dispuesto a amar hasta lo sumo (como el ejemplo que nos dejó nuestro Señor), dispuesto hasta la obra más difícil. Todos los que tienen este corazón saben que todas las "pequeñas obras" que encuentren en su camino son nada en comparación con esa obra mayor a la que apuntan

Nuestro oído, como el de un buen siervo, va a estar atento a la voz de su Amo, para obedecer.