18.9.14

El Dios de Bet-el (me recuerda la importancia de traer a la memoria las misericordias pasadas de Dios)


"Dijo Dios a Jacob: Levántate y sube a Bet-el, y quédate allí; y haz allí un altar al Dios que te apareció cuando huías de tu hermano Esaú. Entonces Jacob dijo a su familia y a todos los que con él estaban: Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad vuestros vestidos. Y levantémonos, y subamos a Bet-el; y haré allí altar al Dios que me respondió en el día de mi angustia, y ha estado conmigo en el camino que he andado. Así dieron a Jacob todos los dioses ajenos que había en poder de ellos, y los zarcillos que estaban en sus orejas; y Jacob los escondió debajo de una encina que estaba junto a Siquem. Y salieron… Y llegó Jacob a Luz, que está en tierra de Canaán (esta es Bet-el), él y todo el pueblo que con él estaba. Y edificó allí un altar, y llamó al lugar El-bet-el, porque allí le había aparecido Dios, cuando huía de su hermano" (Génesis 35:1-7)
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Dios ya se le había aparecido hacía algún tiempo a Jacob en Bet-el. En ese mismo lugar fue que él había tenido, hacía tiempo, la visión en la que vio una escalera y ángeles que subían y descendían del cielo; por eso había llamado a ese lugar "Bet-el", que significa "Casa de Dios" (Gn. 28:10-22). Ese fue, por lo que nos cuenta la Escritura, su primer encuentro con Jehová. Ahí fue donde conoció el temor del Señor (28:17). Ahí fue donde por primera vez vio su gloria y le adoró (28:18). Ahí fue donde "el Dios de sus padres" se convirtió en "su Dios" (28:13 y 21). 

Pero, desde la última vez que Dios se había manifestado a él, Jacob había sido negligente dejando entrar algunos ídolos en su familia. Él sabía que si de verdad quería buscar a Dios había un precio que pagar; Dios es un Dios celoso y no comparte su gloria con la de los ídolos. Sin embargo, esto no se lo dijo Dios a Jacob; al menos, no que nosotros sepamos. Él y su consciencia sabían todo aquello en lo que había cedido en ese tiempo, aunque Dios no le había soltado, y si estaba dispuesto a buscar en forma más profunda a Dios, sabía exactamente qué era lo que tenía que hacer (no que haya "grados" de creyentes, pero sí que cuando el creyente verdadero busca conocer más a Dios crece en conocimiento de sus propios pecados y en santidad, al separarse de ellos). Así que sin vacilar sacó los ídolos de su familia y preparó su corazón y el de ellos para volver al lugar donde hacía tiempo Dios se le había presentado.

Al llegar, cumplió lo que Dios le había mandado y edificó un altar "al Dios que [le] respondió en el día de [su] angustia y [había] estado [con él] en el camino que [había andado]". Volvió a recordar lo que Dios había hecho ahí.

Por lo que yo entiendo, él no estaba buscando la manifestación de Dios en sí, sino a Dios mismo. Es por ese motivo que al mismo lugar que antes había nombrado como "Bet-el" (Casa de Dios), ahora lo renombra "El-bet-el" (el Dios de Bet-el; es decir, "el Dios de la casa de Dios", por redundante que suene). Él iba a recordar no sólo la manifestación, sino al Dios de la manifestación. Iba a ese lugar a adorar a Dios, reconociendo la mano de Dios en aquel momento y siempre desde entonces (35:3). No porque Dios le prometiera algún nuevo don, sino en agradecimiento a lo que Él ya había hecho. 

Al parecer, su actitud era de contemplación, de adoración, de humildad. Su actitud parece haber sido la del salmista: "Traeré, pues, a la memoria los años de la diestra del Altísimo. Me acordaré de las obras de JAH; sí, haré yo memoria de tus maravillas antiguas. Meditaré en todas tus obras, y hablaré de tus hechos" (Salmo 77:10-12). Trajo a la memoria el recuerdo de la Presencia de Dios. Tal vez fue por eso que volvió a nombrar el lugar, aunque ya tenía el nombre que él mismo le había puesto en su visita anterior; y a pesar de que no tuvo ninguna manifestación especial en ese momento (hasta entonces), el nombre con el que lo nombró fue más dulce todavía. Es como si en su meditación él se hubiera parado a pensar no en el lugar, sino en el Dios que se le manifestó ahí. "Ah, la presencia de Dios fue tan dulce entonces… ¡y mi Dios es tan hermoso!"

A veces, cuando no puedo ver claramente al Señor, trato de ir a "mi Bet-el" y recordar sus misericordias pasadas. ¡Es tan dulce poder ver indicios de que estuvo con nosotros a lo largo del camino! Y cuando no podemos verlo, podemos recordarlo y orar como el profeta: "Tu nombre y tu memoria son el deseo de nuestra alma" (Isaías 26:8b). Como decía Charles Spurgeon: "Cuando no puedas rastrear la mano de Dios debes aprender a confiar en su corazón".

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