29.9.14

Amar a Dios = Guardar sus mandamientos


Vivimos en un tiempo en el que la mayoría dice conocer o amar a Dios, pero en la práctica deja mucho que desear (y tanto Jesús como los apóstoles advirtieron que sería así). Por eso, hace un tiempo hice una lista de los versículos en los que el apóstol Juan habla del fruto del verdadero creyente (tanto en su evangelio como en su primera epístola). Seguramente hay más de lo que yo pude encontrar. Ya la compartí un par de veces en Facebook, pero creo que es bueno compartirla cada tanto. Dios quiera usarla para abrir los ojos de muchos de los que se engañan:

1.      "…Si fueseis hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais" Jn. 8:39
2.      "…Si vuestro padre fuese Dios, ciertamente me amaríais…" Jn. 8:42
3.      "El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero" Jn. 12:48
4.      "Si me amáis, guardad mis mandamientos" Jn. 14:15
5.      "El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama…" Jn. 14:21
6.      "El que me ama, mi palabra guardará" Jn.14:23
7.      "El que no me ama, no guarda mis palabras" Jn. 14:24
8.      "Mas para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago" Jn.14:31
9.      "Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor" Jn.15:10
10.  "Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando" Jn. 15:14
11.  "…han guardado tu palabra… y he sido glorificado en ellos…" Jn.17:6 y 10
12.  "Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad" 1 Jn. 1:6
13.  "…si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros…" 1 Jn. 1:7
14.  "Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos" 1 Jn. 2:3
15.  "El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él" 1 Jn. 2:4
16.  "…el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él" 1 Jn. 2:5
17.  "El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo" 1 Jn. 2:6
18.  "El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas" 1 Jn. 2:9
19.  "…Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él" 1 Jn. 2:15
20.  "…Si lo que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre" 1 Jn. 2:24
21.  "Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados" 1 Jn. 2:28
22.  "Si sabéis que él es justo, sabed también que todo el que hace justicia es nacido de él" 1 Jn. 2:29
23.  "Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro" 1 Jn. 3:3
24.  "Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido" 1 Jn. 3:6
25.  "Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo" 1 Jn. 3:7
26.  "El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio…" 1 Jn. 3:8 
27.  "Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado…" 1 Jn. 3:9
28.  "En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios" 1 Jn. 3:10
29.  "…El que no ama a su hermano, permanece en muerte" 1 Jn. 3:14
30.  "Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él" 1 Jn. 3:15
31.  "Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad. Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de él" 1 Jn. 3:18-19
32.  "Y el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él…" 1 Jn. 3:24
33.  "Ellos son del mundo; por eso hablan del mundo, y el mundo los oye" 1 Jn. 4:5
34.  "Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error" 1 Jn. 4:6
35.  "…Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios" 1 Jn. 4:7
36.  "El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor" 1 Jn. 4:8
37.  "…Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros" 1 Jn. 4:12
38.  "…Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él" 1 Jn. 4:16
39.  "Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?" 1 Jn. 4:20
40.  "En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos" 1 Jn. 5:2
41.  "Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos" 1 Jn. 5:3
42.  "Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado" 1 Jn. 5:18

18.9.14

El Dios de Bet-el (me recuerda la importancia de traer a la memoria las misericordias pasadas de Dios)


"Dijo Dios a Jacob: Levántate y sube a Bet-el, y quédate allí; y haz allí un altar al Dios que te apareció cuando huías de tu hermano Esaú. Entonces Jacob dijo a su familia y a todos los que con él estaban: Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad vuestros vestidos. Y levantémonos, y subamos a Bet-el; y haré allí altar al Dios que me respondió en el día de mi angustia, y ha estado conmigo en el camino que he andado. Así dieron a Jacob todos los dioses ajenos que había en poder de ellos, y los zarcillos que estaban en sus orejas; y Jacob los escondió debajo de una encina que estaba junto a Siquem. Y salieron… Y llegó Jacob a Luz, que está en tierra de Canaán (esta es Bet-el), él y todo el pueblo que con él estaba. Y edificó allí un altar, y llamó al lugar El-bet-el, porque allí le había aparecido Dios, cuando huía de su hermano" (Génesis 35:1-7)
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Dios ya se le había aparecido hacía algún tiempo a Jacob en Bet-el. En ese mismo lugar fue que él había tenido, hacía tiempo, la visión en la que vio una escalera y ángeles que subían y descendían del cielo; por eso había llamado a ese lugar "Bet-el", que significa "Casa de Dios" (Gn. 28:10-22). Ese fue, por lo que nos cuenta la Escritura, su primer encuentro con Jehová. Ahí fue donde conoció el temor del Señor (28:17). Ahí fue donde por primera vez vio su gloria y le adoró (28:18). Ahí fue donde "el Dios de sus padres" se convirtió en "su Dios" (28:13 y 21). 

Pero, desde la última vez que Dios se había manifestado a él, Jacob había sido negligente dejando entrar algunos ídolos en su familia. Él sabía que si de verdad quería buscar a Dios había un precio que pagar; Dios es un Dios celoso y no comparte su gloria con la de los ídolos. Sin embargo, esto no se lo dijo Dios a Jacob; al menos, no que nosotros sepamos. Él y su consciencia sabían todo aquello en lo que había cedido en ese tiempo, aunque Dios no le había soltado, y si estaba dispuesto a buscar en forma más profunda a Dios, sabía exactamente qué era lo que tenía que hacer (no que haya "grados" de creyentes, pero sí que cuando el creyente verdadero busca conocer más a Dios crece en conocimiento de sus propios pecados y en santidad, al separarse de ellos). Así que sin vacilar sacó los ídolos de su familia y preparó su corazón y el de ellos para volver al lugar donde hacía tiempo Dios se le había presentado.

Al llegar, cumplió lo que Dios le había mandado y edificó un altar "al Dios que [le] respondió en el día de [su] angustia y [había] estado [con él] en el camino que [había andado]". Volvió a recordar lo que Dios había hecho ahí.

Por lo que yo entiendo, él no estaba buscando la manifestación de Dios en sí, sino a Dios mismo. Es por ese motivo que al mismo lugar que antes había nombrado como "Bet-el" (Casa de Dios), ahora lo renombra "El-bet-el" (el Dios de Bet-el; es decir, "el Dios de la casa de Dios", por redundante que suene). Él iba a recordar no sólo la manifestación, sino al Dios de la manifestación. Iba a ese lugar a adorar a Dios, reconociendo la mano de Dios en aquel momento y siempre desde entonces (35:3). No porque Dios le prometiera algún nuevo don, sino en agradecimiento a lo que Él ya había hecho. 

Al parecer, su actitud era de contemplación, de adoración, de humildad. Su actitud parece haber sido la del salmista: "Traeré, pues, a la memoria los años de la diestra del Altísimo. Me acordaré de las obras de JAH; sí, haré yo memoria de tus maravillas antiguas. Meditaré en todas tus obras, y hablaré de tus hechos" (Salmo 77:10-12). Trajo a la memoria el recuerdo de la Presencia de Dios. Tal vez fue por eso que volvió a nombrar el lugar, aunque ya tenía el nombre que él mismo le había puesto en su visita anterior; y a pesar de que no tuvo ninguna manifestación especial en ese momento (hasta entonces), el nombre con el que lo nombró fue más dulce todavía. Es como si en su meditación él se hubiera parado a pensar no en el lugar, sino en el Dios que se le manifestó ahí. "Ah, la presencia de Dios fue tan dulce entonces… ¡y mi Dios es tan hermoso!"

A veces, cuando no puedo ver claramente al Señor, trato de ir a "mi Bet-el" y recordar sus misericordias pasadas. ¡Es tan dulce poder ver indicios de que estuvo con nosotros a lo largo del camino! Y cuando no podemos verlo, podemos recordarlo y orar como el profeta: "Tu nombre y tu memoria son el deseo de nuestra alma" (Isaías 26:8b). Como decía Charles Spurgeon: "Cuando no puedas rastrear la mano de Dios debes aprender a confiar en su corazón".

13.9.14

Meditaciones sobre la santidad de Dios



Intentar definir la santidad de Dios es nadar en aguas en las que no hacemos pie. Pienso que la razón por la que nos resulta tan difícil comprender la profundidad de la santidad de Dios por sobre sus demás atributos es porque éste es el atributo más "externo" a nuestras cualidades naturales. Me refiero a que podemos conocer, por ejemplo, algo del amor de Dios porque por naturaleza todos amamos; podemos conocer, en algún grado, su ira porque odiamos; podemos conocer su omnisciencia debido a que sabemos y entendemos cosas; podemos conocer su omnipotencia porque tenemos fuerzas, en mayor o menor medida. Y por "conocer" me refiero, obviamente, a "ver apenas el borde de"; pero, en cierto sentido, tenemos idea de lo que se está hablando porque conocemos el "material" en cuestión, aunque la infinidad de su valor escape a nuestros conocimientos.
Y cuando hablo de que nosotros también amamos, odiamos, conocemos y somos fuertes, en todo esto no niego que estas cualidades estén manchadas por el pecado en nosotros; lo cual no sucede en Dios. Pero en cierto grado, en Su gracia común, el Señor nos concede experimentar sentimientos de amistad, de justicia, etc. en esta tierra, como un recordatorio, tal vez, de la gloria perdida de la creación, y como un llamado a buscarle.
Pero ese no es el caso con la santidad de Dios; esta infinitamente gloriosa cualidad está reservada sólo para Él. No hay ser en la tierra que sea santo en sí mismo, sino sólo Él. Eso es lo que hace tan difícil de sondear la hermosura de este atributo: que está fuera de nuestro alcance. No es sólo que no lo conocemos en cantidad, como a los demás atributos, sino que tampoco lo conocemos en calidad. Se trata de un material del cual no conocemos.
El hombre natural no posee ni un gramo de santidad, sino que la Biblia da fe de que "vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal" (Gn. 6:5). Y no sólo en el comienzo de los tiempos, sino que tanto el salmista David como el apóstol Pablo dieron fe de ésto varios siglos después: "No hay justo, ni aun uno… no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno" (Ro. 3:10-18 cf. Sal. 14:1-3 y 53:1-3). Y, aún hoy en día, seríamos necios y nos engañaríamos a nosotros mismos si prefiriéramos pensar que nuestra sociedad está mejor que eso. Sólo basta con ver las noticias, o simplemente salir a la puerta, ¡o hasta mirarse en el espejo!
Ésto es lo que causó el pecado en nosotros. Y, exceptuando a Cristo y (a una distancia infinita) a Adán y Eva en su primer tiempo sobre la tierra, ningún ser humano sabe lo que es en esencia la santidad, a causa del pecado. Los ángeles sí son santos, pero sólo porque Dios los hizo así; no porque ellos lo ganaran.
Aun el mejor de los cristianos, cuando mira su propia santidad terrenal, por llamarla así, puede ver vaaaarios agujeros. Y si miramos a nuestra Justicia, que está en los cielos, Su santidad (¡nuestra santidad!) es hermosa y perfecta, pero es sólo por gracia e imputación divina que podemos llamarla "nuestra".
Así que, tratar de explicar la santidad de Dios es como si a mí se me pidiera que abra una computadora y la repare. Creo que por el bien de todos sería mejor que diga simplemente: "no sé", antes que hacer nada.
Entiendo que la santidad de Dios es lo que hace que Dios sea Dios, como dijo Lutero. Y, sencillamente, ante tan enorme misterio, lo mejor que podemos hacer (¡y lo único, de hecho!) es estar quietos y conocer que Él es Dios, mirarle a Él por salvación, adorarle y agradecerle por dejarnos participar de Su santidad (Sal. 46:10, Is. 45:22, He. 4:14-16).
¡Gloria a Dios!

10.9.14

¿Y ésto por qué?

Desde hace algún tiempo (yo diría que demasiado tiempo, pero en realidad creo que no lo es), comencé a darme cuenta de la necesidad de repetirme el evangelio cada día y de meditar en profundidad. No es que no lo hiciera antes (sí lo hacía), pero sin embargo, pareciera como si, en comparación, nunca hubiera escuchado el bendito mensaje antes de ese tiempo.
Por medio de muchas pruebas y circunstancias adversas, el Señor, en su infinita gracia, me permitió ser más consciente de mi propia debilidad y conocer un poco más de su poder y gloria. Parece injusto, pero cuánta razón tenía Pablo al decir que "si alguno se imagina que sabe algo, aún no sabe nada como debe saberlo" (1 Corintios 8:2). ¡Es tan cierto! 
¡Y todavía no sé nada! Y en ese bendito día en el que me muera y me vaya con mi Señor, o en el que Él me venga a buscar, después de años y años de conocerle, de buscarle, de servirle (si en algo cuenta mi servicio), cuando por fin "mi fe [se torne] feliz realidad, al irse la niebla veloz", y pueda verle cara a cara y conocer como fui conocida... en ese mismo día, ¡tampoco sabré nada!
Pero una cosa me basta, y es el mismo consuelo que da Pablo después de decir eso: "pero si alguno ama a Dios, es conocido por Él". Hay un sentido en el que no me importa saber nada más; me conformo con saber que soy conocida por Él. "Conoce el Señor a los que son suyos" (2 Timoteo 2:19).
Y... de eso se trata este blog: necesito recordarme el evangelio (y a mis hermanas compañeras en la carrera, si en algo puedo servirles de ayuda) y tener un cofrecito físico (o ¿virtual?) donde guardar mi pequeños tesoros, así que pensé que ésto podría llegar a ser una buena idea. 
Tanto algunos pensamientos que tuve durante este tiempo como el ejemplo de una amiga muy querida, me inspiraron. Espero que sea bueno.
Soli Deo gloria.

Maqui